Por todas partes se extiende la lógica violenta que impone el mercado del
narcotráfico. Las inmensas ganancias que producen la venta de drogas,
son capaces de reciclar para siempre un sistema en donde impera la
corrupción, la impunidad y la muerte. No alcanzarán las balas, ni serán
suficientes todas las víctimas para desactivar ese sistema.
El Estado empeña recursos, armas y hombres para enfrentar este flagelo;
logra decomisos de miles de armas y toneladas de droga; captura aquí y
allá a cientos de bandidos; reestructura y recompone sin cesar a sus
cuerpos policíacos. No se ignora que se libra una lucha descomunal para
enfrentar a un enemigo muy poderoso. Pero se sabe que el desafío
siempre es mayor e interminable.
Y sin embargo, por momentos se ha llegado al extremo en el que no se
distinguen los combatientes; en el que los derechos humanos han dejado
de valer bajo el pretexto del combate mismo. Las bajas civiles de esta
lucha se incrementan y aumenta el temor ciudadano. Lo peor es que,
pese a todo, se ha fracasado en el objetivo de erradicar el tráfico y el
consumo de las drogas.
Desde la lógica de la “guerra” es imposible entender a cabalidad la
naturaleza del fenómeno de las drogas en el mundo, con lo cual se limita
enormemente la capacidad para enfrentar al narcotráfico. Resulta un
error privilegiar las armas de los soldados, por encima de las herramientas
de la democracia. Faltan horizontes, honestidad e imaginación para
encarar a la criminalidad.
Para muchos es claro que el gran negocio de las mafias del narcotráfico se
nutre de la impunidad política, pero pocos atienden que es un negocio
que sobre todo florece en la clandestinidad. Un campo de acción que se
ha vuelto ilimitado debido a que siguen imperando las tesis prohibicionistas
sobre el consumo de estupefacientes, dictadas desde los años sesenta por
los gobiernos hegemónicos.
A la vuelta de los años, se ha procreado una gigantesca red mundial de
mafias y criminalidad organizada, que maneja más de 400 mil millones de
dólares, producto del tráfico ilegal de drogas, y que tiene un vasto poder
de infiltración, capacidad corruptora e influencia política. Nada defienden
más los “narcos” en el mundo que la permanencia de esta prohibición.
Una lógica restrictiva que es moral y no ética, que es judicial y no política y
que criminaliza lo que debe ser atendido como un problema de salud
pública. No debiera renunciarse a la inteligencia a costa de perder la
libertad.
Esta prohibición ha servido para que el Estado ignore los derechos civiles
de sus ciudadanos adultos, considerando que son incapaces de decidir
por sí mismos, si consumen ciertas drogas o no. Ha servido también para
ignorar y dejar sin ayuda a miles de personas enfermas de adicción y para
tratar como delincuentes a quienes deben ser vistos como diletantes de un
placer lúdico.
La ilegalidad del consumo recrea el ambiente mafioso e incrementa el
consumo mismo. Esconde el tamaño del problema que se enfrenta, no lo
resuelve. Aumenta el precio de la droga y con ello la competencia que
eleva la violencia hasta una espiral absurda, en la que pululan los sicarios y
las víctimas, sean culpables o inocentes.
En nuestro país, una de las drogas que más se consume, y por ende, la que
resulta el negocio más boyante para la mafia, es la mariguana. Del total
del negocio del narcotráfico, valuado en México en 13 mil 800 millones de
dólares en 2007, 8 mil de ellos corresponden a la venta de la planta del
cáñamo.
Según señalan los expertos, a dosis normales, la mariguana ha demostrado
no producir mayores daños de los que producen otras drogas permitidas o
“legales”, como el alcohol o el tabaco. Advierten también que no
necesariamente esta droga se convierte en el “puente” hacia otras más
duras, sino que esa función la cumple, sobre todo entre los más jóvenes de
nuestro país, el alcohol, sustancia legal.
Poco a poco, una reflexión que se viene dando en el mundo desde por lo
menos hace dos décadas, ha permitido legalizar el consumo de la
mariguana en Holanda, Australia, Italia, Suiza, Alemania, Bélgica, España y
Portugal, países en las que se permite la venta de la droga, o bien el
consumo está despenalizado o representa faltas de carácter
administrativo y no penal.
Ahora mismo en California, EU, está permitida la producción, venta y
consumo de mariguana con “fines medicinales”, una autorización que se
da también en otras 12 entidades de la Unión Americana
Las experiencias favorables que ha acarreado la legalización del consumo
de la mariguana, es decir, que les han permitido librarse del terror que
impone la mafia que cultiva, cuida y defiende el negocio de la planta, al
mismo tiempo que han atendido el problema de sus adicciones, alienta
nuestra opinión de que debe intentarse la audacia de ir por otros caminos
en el combate al narcotráfico, que acaso nos libren más pronto que tarde,
del papel de rehenes en que ahora se nos tiene.
No se nos escapa que esta medida requiere compromisos muy serios de
todos aquellos sectores que tienen responsabilidades directas con la
ciudadanía, empezando por las autoridades. Debemos ser capaces de
aprovechar los beneficios y minimizar los costos de la legalización del
consumo de la mariguana.
Es claro que una legalización de este tipo requiere regulaciones legales
que permitan encuadrar el fenómeno en su exacta dimensión. En tal
sentido, esas normas deben ser producto de una deliberación
democrática profunda, que debe darse sin prejuicios y lejos del temor a los
espantajos con los que los grupos conservadores del país (incluido desde
luego, el que agitan los narcos para cuidar su negocio), pretenden
cancelar tempranamente un debate necesario y vital para la salud y la
seguridad social.
A esa reflexión y a esa deliberación llama este Manifiesto por la
Legalización del Consumo de la Mariguana. No dejaremos que el miedo
nos arrincone mental y físicamente y nos derrote por más tiempo.
En general, los firmantes de este Manifiesto no estamos a favor ni en contra
sobre el uso de la cannabis, tampoco hacemos apología alguna sobre su
consumo, conformamos, en cambio, un grupo amplio y plural que se
manifiesta a favor de la legalización del consumo de la mariguana,
impulsados por la fuerza de tres razonamientos: que esta legalización
reducirá de manera contundente el poder del narcotráfico; que permitirá
atender a cabalidad el problema de las adicciones en nuestro país y, por
último, que devolverá una parte de los derechos civiles escamoteada a los
ciudadanos adultos.
Tomado de la pagina del partido Socialdemócrata